Teletransporte
Estos días no dejaba de pensar en lo que echaba de menos escribir. La pandemia me ha dejado con gran cantidad de reflexiones e inquietudes que me apetecía compartir con el mundo, pero no sabía de qué modo podía darles forma.
Durante los meses que estuvimos encerrados empecé a consumir, compulsivamente, contenido que mantuviera ocupado mi cerebro casi 12 y 13 horas al día. Parecía que tuviéramos que pasar las horas “siendo productivos”; comencé por verme largas horas de tertulias políticas en el Congreso, después a cocinar a lo “realfooder” como si me fuera la vida en ello, seguido de clases de yoga online y todos los documentales de ecologismo y sostenibilidad que ofrecía Netflix. Todo eso, sumado a las interminables horas de trabajo que pasaba frente al ordenador y a la gran psicosis colectiva que se vaticinaba, hicieron explotar mi cerebro.
Acabé realmente saturada hasta el punto de dejar de ver cualquier tipo de información que tuviera que ver con ninguno de los puntos anteriores. Fue entonces cuando comencé a pintar y a dibujar para lograr encajar y comprender todo lo que estaba sintiendo.
Todo aquello generó en mí una respuesta bastante contundente. Empecé a prestar mayor atención a las cosas que me hacían sentir bien. Comencé a ser consciente de los enormes juicios que se estaba generando sobre cada uno de nosotros, y de los grandes prejuicios que estábamos arrastrando casi a diario. Decidí alejarme de todo ello y busqué refugio y desamparo en la naturaleza y en el arte, dejándome llevar por mi intuición, me decía a mí misma; “Todo aquello que me mueva algo dentro estará bien, ahí es donde pondré toda mi atención”.
A pesar de la saturación de información a la que me vi expuesta durante aquellos meses, creo que, pasado el tiempo, también supuso muchos beneficios y dejó un poso de respuestas en mi cabeza que me acompañan todos los días. Hoy he decidido sentarme frente al ordenador y empezar a ordenar la gran lista de cosas interesantes que descubrí durante aquellos y estos últimos meses, y que me han llevado a hacerme un sinfín de preguntas sobre cómo está estructurado el complejo sistema en el que vivimos y lo poco que aún conocemos de él. Espero que os sirvan y os abran la boca, y la mente, como han hecho conmigo:
1. Si pudiera empezar por recomendar algo que realmente me hizo pensar sería este documental de animación sobre el Universo. El cosmos y la vida son algo tremendamente complejo e inabarcable, me fascina pensar en su inmensidad, misterio y grandiosa belleza.
2. La música fue uno de mis grandes aliados. He descubierto el poder “teletransportador” del sonido. ¿Cómo puede una canción llevarme a lugares que no he visitado y a épocas en las que no he vivido?. Con esta canción estoy en mitad de una guerra en el medievo y en una tormenta de arena en el Sahara, al mismo tiempo. (Esta es una pequeña playlist que he creado con algunas canciones más con poderes para teletransportarme).
3. Muchas veces pienso que me gustaría ser una trepidante científica exploradora que recorre el mundo con sus cuadernos de viaje bajo el brazo, dibujando y tomando anotaciones de lo que ve y experimenta en sus peligrosos viajes por la Amazonia y la selva africana. Esta charla TEDx del zoólogo Fernando González Sitges sobre la necesidad de lo salvaje, me hizo recordar que una de mis grandes prioridades es empezar a recorrer el mundo para poder dibujarlo.
4. El otro día P. Me hablaba de la naturaleza con un entusiasmo que le hacía brillar los ojos. Me explicaba que cuando se detenía a mirar las flores pensaba en cómo una semilla minúscula, generada de unas cuantas células, al principio imperceptibles por el ojo humano, eran capaces, con un poco de agua, tierra y oxígeno, crear algo con un funcionamiento tan complejo, que vive y que se muestra con una belleza desmesurable. Cuando me detuve a pensar en ello me sentí como si estuviera dentro de la película de Avatar, conectada por completo con la naturaleza que me rodeaba esa tarde, en mi rutinario paseo por el parque. Desde entonces, siempre que me detengo a mirarlas, pienso en ello. ¿Cómo algo tan diminuto puede esconder tanta vida?.
5. Una noche de primavera del año pasado, con D. en el parque, mirábamos las estrellas. Es en estas noches cuando me detengo a pensar en lo pequeños que somos y en la cantidad de cosas que aún no sabemos. Justo en estos momentos siento que conecto con algo más grande que no puedo llegar a abarcar y de pronto mis preocupaciones se esfuman. El planeta que pisamos es un lugar demasiado bello para no estar dedicándole todo nuestro tiempo.
Me despido aquí, si os ha gustado esta entrada y os ha parecido interesante lo que he compartido, podéis dejarme un mensaje bonito un poco más abajo. Os leo!
Un abrazo inmenso!
Tomo nota del documental! Me encanta! Cuando era pequeño, me imaginaba lo de la semilla que comentas o lo del cosmos, i sea, hacia lo minúsculo o hacia lo inmenso.. y la verdad es que más que calma me provocaba más bien ansiedad..pero era muy peque aún jeje..